CLASE DEL 5 AL 1O DE OCTUBRE

EL PENSAMIENTO POLITICO EN EL SIGLO XIX
El legado de Kant
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Hablar del filósofo alemán Immanuel Kant (1724-1804), es hablar de uno de los más influyentes pensadores de la humanidad, uno de los arquitectos más evidentes de la Ilustración y por lo tanto del proyecto de modernidad. Sin embargo, el lugar que le corresponde a Kant en la teoría política aún es muy discutido. A este respecto José Luis Colomer 1995 expresa que si bien este autor no es considerado como un pensador de textos políticos , su sistema filosófico sí ha influido grandemente al campo de la política, debido a que su intención era repercutir en el ejercicio de la misma. De hecho, se trata de construir un sistema filosófico que la moralice, en respuesta a la concepción dominante del ejercicio político en términos del modelo maquiavélico, imperante en. su época
Kant y las dos libertades. -
El concepto de justicia se encuentra ligado a una cierta concepción de libertad y se fundamenta en la posibilidad o imposibilidad de la igualdad en el género humano.
La libertad puede entenderse con relación a los impedimentos externos que puedan ejercerse sobre ella y la posibilidad de autodeterminación. Ser libre puede significar que no somos impedidos de realizar una acción o por otra parte, que no debemos obedecer normas que repugnen nuestra conciencia moral.
"(...) en la teoría liberal clásica, según la cual 'ser libre' significa gozar de una esfera de acción, más o menos amplia, no controlada por los órganos del poder estatal; otro significado es el que emplea la teoría democrática, para la cual 'ser libre' no significa no tener leyes, sino darse leyes a sí mismo. De hecho, llamamos 'liberal' a quien persigue el fin de ensanchar cada vez más la esfera de las acciones no impedidas, mientras que llamamos 'demócrata' al que tiende a aumentar el número de acciones reguladas mediante procesos de autorreglamentación. Por consiguiente, 'estado liberal' es aquél en el que la ingerencia del poder público está restringida al mínimo posible; 'estado democrático' aquel en el que más numerosos son los órganos de autogobierno"
Estas concepciones de libertad están presentes en la obra de Kant, ya que en definitiva tanto una como la otra, convergen en la idea de autodeterminación. Tanto en el lenguaje político como en el jurídico la esfera de lo permitido coincide con la posibilidad de actuar sin restricción externa.
"Remontándose al significado común de libertad como autodeterminación, la diferencia entre la teoría liberal y la democrática podría formularse de la siguiente manera: la primera tiende a ensanchar la esfera de autodeterminación individual, restringiendo todo lo posible la del poder colectivo; la segunda tiende a ensanchar la esfera de la autodeterminación colectiva, restringiendo todo lo posible la regulación de tipo heterónomo"
Podemos identificar, siguiendo el análisis de Bobbio, ambas tradiciones en el tratamiento del concepto de libertad, expresadas por Montesquieu: "La libertad es el derecho de hacer todo lo que las leyes permiten" y por Rousseau: "La libertad es la obediencia a la ley que uno se ha prescrito", en la obra de Kant.
En Kant se conjugan al mismo tiempo el tratamiento jurídico y el político en torno a la definición de libertad. No estaría en discusión, según Bobbio, la marcada influencia del pensamiento rousseauniano, pero sí la adhesión implícita de Kant al planteo de Montesquieu. El concepto de libertad, que es en definitiva el que vincula a la razón pura con la razón práctica, conjuga estas concepciones a las que hicimos referencia.
Recordemos que en la respuesta a la pregunta ¿qué es la ilustración?, Kant planteaba el concepto de libertad en términos de autonomía y que el alcance de la misma no era individual sino más bien social. Para decirlo en términos más cotidianos: ¿Tenemos derecho a impedir a las futuras generaciones el uso público de la razón?. ¿Podemos imponer leyes que perjudiquen el porvenir de nuestro pueblo? .
La libertad es una propiedad del acto volitivo consistente en encauzar la conducta de manera independiente de los motivos que la provocan. Así definida, la libertad es un concepto negativo, porque se niega a aceptar ciertos motivos. Pero hay un concepto positivo de la libertad: la voluntad que dice sí a la ley moral, a la autonomía y al querer autónomo.
En su Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Kant afirma: "Una voluntad libre y una voluntad bajo leyes morales, es una y la misma cosa".
"La buena voluntad no es buena por lo que efectúe o realice, no es buena por su adecuación para alcanzar algún fin que nos hayamos propuesto; es buena sólo por el querer, es decir, es buena en sí misma. Considerada por sí misma, es, sin comparación, muchísimo más valiosa que todo lo que pudiéramos realizar por medio de ella en beneficio de alguna inclinación y si se quiere, de la suma de todas las inclinaciones" .
El derecho y la política se encuentran en un nexo inseparable con la moralidad. Del derecho se ocupará Kant en la primera parte de la Metafísica de las costumbres y de la política; es en el opúsculo La paz perpetua donde postula el acuerdo entre política y moral.
Kant es reconocido principalmente por sus tres Críticas que constituyen la base de su pensamiento. Sin embargo su obra completa es extensa y abarca otros campos de estudio como el derecho, la política, la historia, la religión y, finalmente, la antropología. Muchos de estos estudios no constituyen formalmente libros extensos, sino que son apenas “opúsculos” o “escritos menores”, sin desacreditar lo firmemente fundados en que se encuentran. Hay que reconocer además que la producción kantiana puede interpretarse en dos etapas: la pre-crítica, hasta 1770, y la crítica, hasta su muerte.
Immanuel Kant no es conocido como pensador político. Normalmente suele ser identificado a sus tres Críticas y es estudiado sobre todo en Metafísica, Epistemología y Filosofía de la religión. En filosofía política no hay un lugar para él. Esto se debe, en parte, a que efectivamente sus tres Críticas absorben casi totalmente la atención de la tradición filosófica. Otra cosa fuera si Kant hubiese escrito una obra grande y completa sobre teoría política, pero no hizo sino pequeños ensayos. Incluso, ha dado más reflexión a la Filosofía del derecho con su obra Elementos metafísicos del bien. Otra razón para considerar la poca popularidad de Kant es su estilo de no fácil lectura.
Las ideas políticas de Immanuel Kant.-
En 1794 el filósofo Immanuel Kant escribió su tratado ‘La Paz Perpetua’ donde establecía tres Bases Definitivas para la paz Perpetua entre los Estados, a saber:
1. En todo Estado la constitución política debe ser republicana
2. El derecho de gentes se debe basar en una federación de Estados independientes.
3. Debe asegurarse el derecho de ciudadanía mundial.
Estos tres elementos parecían encerrar la solución a todas las posibles controversias entre los gobiernos de entonces.
Kant Siempre mantuvo la idea de una constitución republicana, con la cual el filósofo pretendía resguardar para el individuo el derecho a la libertad y la abolición de la esclavitud, manteniendo la subordinación a una legislación común única de la que todos aceptaran depender para su propio bienestar, y garantizando la igualdad de todos los ciudadanos ante esas leyes (eliminando fieros propios de la nobleza y privilegios similares).
Kant asumía la idea de contrato entre partes para basar la vida social de los hombres. En el fondo, creía que el hombre no gozaría de la paz en estado natural (coincidiendo con Rousseau en su visión restringida de las potencialidades humanas), sino que, puesto que el estado natural del hombre era de hecho la guerra, la necesidad de un acuerdo amplio para garantizar la paz surgía de la conveniencia de los propios individuos que conformaban la sociedad; sin paz no se podían cultivar los campos, mantener en buen funcionamiento las incipientes industrias ni comerciar con fluidez, al margen de los grandes gastos que implicaba el mantenimiento de un ejército permanente para defenderse de los otros Estados beligerantes.
Según Kant, los individuos gozaban, de un estado natural sin limites perjudicial para la convivencia, haciendo necesaria la existencia de leyes para regular las relaciones entre ellos, así también los Estados necesitaban una instancia superior a ellos mismos a la cual debieran obediencia. Llamó Sociedad de Naciones a este núcleo ideal regulador: "la paz no se puede asentar ni asegurar, como no sea por medio de un acuerdo mutuo entre los pueblos. Por lo tanto, se tiene que establecer una federación de índole especial, que se podría denominar federación de paz -foedus pacificum-, la cual se distinguiría del pacto de paz en que éste termina con una guerra y aquella pone fin a toda hostilidad bélica
Por su origen, el hombre es "ciudadano del mundo"... - afirma Kant- ninguno tiene más derecho que otro a estar en determinado sitio del planeta...
La comunidad - más o menos íntima- que se ha ido practicando entre los pueblos de la tierra, ha llegado ya hasta el extremo de que una violación de derechos, cometida en un sitio, se hace sentir en todos los otros; de aquí se deduce que la idea de un derecho de ciudadanía mundial no es una fantasía jurídica, sino un necesario complemento del Código no escrito del derecho político y de gentes; que de ese modo se eleva a la categoría de derecho público de la Humanidad y redunda en beneficio de la paz perpetua, siendo la condición indispensable para que se pueda guardar la esperanza de un continuo acercamiento al estado pacifico.
Los estados independientes deben seguir siéndolo a ultranza, según este filósofo, para evitar la existencia de una monarquía mundial sostenida por la fuerza, la cual es vista como el principal peligro derivado de una estructura de esas características, sin percibir que justamente el mantenimiento de fuerzas armadas poderosas un cada una de los estados independientes es lo que impide que el poder ejecutivo de un gobierno mundial sea real a la hora de hacer cumplir su voluntad mediante una fuerza armada multinacional y multiracial.
En resumen, trata de confirmar la validez objetiva del conocimiento defendida por el racionalismo, pero limitando esa validez al mundo de los fenómenos, aceptando, de esta manera, del empirismo defendido por Hume, y la subjetividad del conocimiento.

La herencia de Hegel
Presupuestos históricos del pensamiento hegeliano
La relación existente entre poder político y dominación en el pensamiento hegeliano no puede ser abordada sin tener en cuenta la época convulsa en que vivió.
La Revolución Industrial del siglo XVIII; la expansión por Europa de la Revolución Francesa, primero como discurso y luego como hecho burgués impuesto por los ejércitos de Napoleón; terminaron demoliendo los últimos vestigios de feudalidad en Europa.
No obstante, en la Alemania de Hegel, aún existía el visible contraste entre la servidumbre, perpetuada merced la tozudez de los Junkers, y las reformas pro modernas que desde el poder pretendieron abolirla tras el fin de la ocupación napoleónica.
Ya para esa fecha, el capital había logrado imponerse en Europa, produciendo su efecto natural: la separación del productor en relación a los medios de producción, con lo cual quedaba destruido el viejo esquema de inserción del individuo: la familia patriarcal apegada al suelo, el feudo, el gremio y la Iglesia. En Gran Bretaña había ocurrido un proceso semejante, con la expansión, en el siglo XV, de la industria textil, cuyos primeros resultados serían tan vivamente descritos por Tomás Moro en su Utopía. Los efectos más visibles de esta transición en el plano social lo constituyen: el fortalecimiento socioeconómico de las ciudades (burgos); y la consecuente aparición del individualismo típico de la sociedad burguesa, frente a la universalidad característica de la vieja formación feudal y comunal.
Con el éxodo del campesinado a las ciudades y la consecuente venta de su fuerza laboral, aparecen los presupuestos de lo que Hegel denominará después sociedad civil, que en él no es otra que la sociedad burguesa, o sea, la sociedad que compone el burgo.
La aparición del individualismo burgués, entendido como la escisión del individuo del todo social, y su singularización dentro de un nuevo tipo de relaciones de producción, generó, entre los siglos XVII y XVIII el tema central de las discusiones de la filosofía política, las que se empeñaron entonces, desde distintos ángulos, en evitar que la separación del individuo del todo social no deviniese en anarquía; así como en encontrar un nuevo fundamento teórico para explicar el fenómeno estatal que no descansara en una presunta naturaleza divina. Tal fue el fin doctrinal de la tradición contractualista, que encontró el fundamento del hecho estatal (en su representación del nuevo tipo de Estado), no en un principio natural de sociabilidad humana, sino en el instrumento más común utilizado por la burguesía, en su desarrollo económico de clase, para la asociación y tráfico de mercancías y capitales: el contrato. Este acontecimiento intelectual representaría, por sí solo, el verdadero carácter clasista de toda la reflexión política moderna posterior, amén de la supuesta imagen de neutralidad de la que se intentó revestir luego a la formación estatal. No sorprende, por ello, que el mismo se encargara de elevar a la categoría de derechos naturales del hombre, varios de los requisitos propios de la actividad contractual, como son, la libertad, la igualdad y la seguridad.
Dinámica del poder político y la obediencia en Hegel
En la estructura del Estado fundado en relaciones intersubjetivas, aquellas que se encuentran, directa o indirectamente, vinculadas al poder y a la dominación, ocupan un lugar esencial. Poder político y dominación no pueden ser entendidos sin tener en cuenta el esquema hegeliano basado en el sistema de las necesidades, que dibuja al hombre como miembro de una sociedad burguesa, en la que la satisfacción de las necesidades no se produce inmediatamente sino a través de la multiplicación y división de otras necesidades. En el seno de este sistema adquiere especial relevancia la cuestión del trabajo y, junto a esta, la de la igualdad o desigualdad de los hombres.
Al desdeñar la igualdad abstracta, Hegel, defiende la existencia de una relación dialéctica entre la satisfacción de las necesidades particulares y las del resto de la comunidad. Dicha relación viene a justificar, por sí sola, la estructura estamentaria de la sociedad.
Desde esta perspectiva, unos grupos de hombres ejercerán el dominio sobre otros dentro del marco de las relaciones humanas. En este punto la dialéctica entre poder y dominación tendrá, como elementos esenciales, las relaciones creadas sobre la base del trabajo y la propiedad. Como la propiedad no está distribuida de modo uniforme, el objeto del deseo se convierte en la causa de la subordinación de la conciencia no esencial (no propietaria) a la esencial (propietaria), de lo cual se deriva que el señor se apropia del trabajo del siervo y, por tanto, lo domina, al utilizarlo como medio para relacionarse con su objeto consustancial.
En Hegel, el señor, representación del poder, es conciencia esencial, en tanto ser autoconciente, cuyo poder y dominio son reconocidos como tales en el conjunto de relaciones intersubjetivas; este hecho le coloca en posición de recrear sus particulares condiciones de existencia a partir de su propia perspectiva. Para ello se vale, como medio, de la conciencia no esencial: el siervo. Este, a su vez, crea, recrea y reproduce una realidad de la que sólo puede participar como elemento subordinado:
"Para el señor, la conciencia no esencial es aquí el objeto, que constituye la verdad de la certeza de sí mismo."
La prueba de la existencia real del poder es la práctica servil, pues sólo en esta, y a través de esta, el poder se realiza en dominio. De aquí se deriva que:
"La verdad de la conciencia independiente es, por tanto, la conciencia servil."
El poder sólo puede existir, nos dice Hegel, si se realiza en el dominio efectivo, materializado en obediencia.
Por su parte, la conciencia del siervo radica en la identificación con el ser independiente o la cosa en general, entiéndase, realidad material, condiciones de trabajo. A partir de allí comienza el proceso de reproducción del dominio al interior del dominado como expresión de la aceptación del mismo, lo que le lleva a asumir, como sustancial a su condición, la posición que le ha sido designada dentro del cuerpo de relaciones intersubjetivas. El siervo se encuentra alienado, en tanto está separado de los resultados directos de su producción, no quedándole otro remedio para sobrevivir que la aceptación consiente del dominio:
"El señor se relaciona con el siervo de un modo mediato, a través del ser independiente, pues a esto precisamente es a lo que se halla sujeto el siervo; esta es su cadena, de la que no puede abstraerse en la lucha, y por ella se demuestra como dependiente, como algo que tiene su independencia en la sociedad."
De esta cita se desprende que en la relación dominador – dominado, el siervo constituye el medio a través del cual el señor se relaciona con el objeto del deseo y viceversa. Es por ello que el poder y el dominio encuentran su reconocimiento en la sociedad de un modo unilateral y desigual, pues el siervo no puede elevarse por encima del dominio del señor, al ser incapaz de romper, de forma real, la dependencia que lo ata respecto al mismo.
No obstante, si bien el siervo se encuentra bajo el dominio del señor posee, sin embargo, los mecanismos directos que posibilitarían su liberación, al encontrarse en relación inmediata con la cosa, objeto del deseo del señor, que no es otra que la realidad productiva que él mismo, por su condición, se encarga de transformar y desarrollar a través del trabajo, proceso en el cual llega a adquirir conciencia de sí y de su fuerza.
En el pensamiento político hegeliano, todo el desarrollo del cuerpo social está determinado por la lucha de intereses opuestos, sobre cuya base encuentra el Espíritu su realización. La experiencia de su desarrollo da origen a dos clases de conciencias: una autoconciencia pura, y una conciencia que no existe para sí misma, sino subordinada a la primera:
"…estos dos momentos son como dos figuras contrapuestas de la conciencia: una es la conciencia independiente que tiene por esencia el ser para sí, otra la conciencia dependiente, cuya esencia es la vida o el ser para otro; la primera es el señor, la segunda es el siervo."
De esta forma Hegel reconoce que la esencia del poder y el ejercicio de la dominación radican en el enfrentamiento entre elementos antagónicos dentro de la sociedad civil, reconociendo que el mismo puede encontrar formas de oposición, que pueden ser latentes o efectivas según sea el carácter de la dominación que se ejerza. No obstante, en la relación entre conciencias contrapuestas, como un individuo frente a otro individuo, la lucha es inevitable:
"…el comportamiento de las autoconciencias se halla determinado de tal modo que se comprueban por sí mismas y la una a la otra mediante la lucha a vida o muerte. Y deben entablar esta lucha, pues deben elevar la certeza de sí misma de ser para sí a la verdad en la otra y en ella misma. Solamente arriesgando la vida se mantiene la libertad, (…). El individuo que no ha arriesgado la vida puede sin dudas ser reconocido como persona, pero no ha alcanzado la verdad de este reconocimiento como autoconciencia independiente."
De este modo Hegel reconoce un nivel de autoconciencia en el siervo, el que, si bien ha interiorizado la necesidad de obedecer, mantiene una oposición subjetiva al poder del señor. La idea hegeliana de que la obediencia se produce de forma autoconsciente dentro de las relaciones de poder y dominación existentes en la sociedad, llevará a Marx años después a abordar la naturaleza del poder político desde una teoría de la explotación económica.
Una vez consolidado, el poder político tiene la misión de neutralizar las resistencias y oposiciones, latentes o efectivas, lo cual logra hacer por medio de la represión (el temor). Con ello queda disuelta la conciencia de la servidumbre en la aceptación y reconocimiento al poder:
"Ello la ha disuelto interiormente, la ha hecho temblar en sí misma y ha hecho estremecerse cuanto había en ella de fijo."
Disciplina, organización y obediencia, surgen producto de la actividad represora del Estado contra las oposiciones al poder, por ello:
"Sin la disciplina del servicio y la obediencia, el temor se mantiene en lo formal y no se propaga a la realidad consciente de la existencia."
La única libertad que le ha sido dejada al siervo, por tanto, no es otra que la acción consciente de mantenerse en la servidumbre. En la dialéctica hegeliana del poder, destinada a la conformación de una conciencia de la dominación en el ser dominado, son necesarios el temor a la fuerza represiva que, toda vez que es capaz de garantizar la disciplina y el servicio, genera la obediencia.
No obstante, el siervo puede hallar una liberación, si bien en el plano ideal, a través del trabajo, en tanto dominio directo sobre el objeto del deseo,
De este modo, en el trabajo, entendido como proceso de transformación de la realidad, el siervo se libera y se hace autoconsciente de sí, toda vez que disipa sus apetencias de dominio reprimidas.
Las ideas políticas de Hegel, son importantes más que por si mismas por la influencia que tres líneas básicas del pensamiento de este autor ejercerán en teorías posteriores:
1. El método dialéctico
Para Hegel la Historia es el desarrollo paulatino que se produce desde la realidad objetiva de la que todo procede, la idea original, hacia el Espíritu Universal, el Absoluto, en un proceso ininterrumpido de perfección de dicha idea.
Este proceso de desarrollo de la idea es posible gracias a la lógica de la dialéctica (tesis-antítesis-síntesis). El individuo movido por su subjetividad, desea acceder a lo universal (idea moral).
2. La idea de nacionalidad
Según Hegel, la única forma que tiene el individuo de acceder al Espíritu Universal es a través de la mediación de un pueblo. Es por ello que de entre sus postulados filosóficos debemos destacar que según él Espíritu que actúa en la Historia es el espíritu de un pueblo(espíritu nacional), de manera que el Espíritu Universal se encarna en un momento histórico concreto en un pueblo, dotándolo de una cultura que es asumida por los sujetos de una nación.
3. La concepción Hegeliana del Estado
En cuanto al Estado a Hegel le interesa, ya que es una manifestación política concreta de lo que él denomina Razón Absoluta. En este sentido primeramente le interesará conocer que es el Estado, para juzgar posteriormente las acciones de los Estados concretos. Según este autor el Estado es el instrumento de conciliación entre la libertad individual y el interés universal. Gracias a la razón, el hombre es capaz de trascender su libertad individual para realizarla en lo universal a través de lo que él llama orden objetivo(comunidad organizada), ya que aunque libertad individual y orden objetivo están en oposición, el Estado logra superarla mediante una astucia que el mismo pone en juego: Sirviéndose de la libertad individual lleva a los hombres a reconocer la necesidad de un poder superior y el carácter razonable de su ley, (es decir, los hombres gracias a su libertad individual crean una organización que aunque les limita individualmente la libertad, se la garantiza al nivel universal). Por tanto para Hegel el Estado es una organización racional de la libertad, ya que el individuo puede satisfacer en él sus intereses y reconoce como justas sus leyes, de carácter histórico.
Sin embargo este Estado no es para Hegel definitivo, ya que se encuentra sometido a nuevas transformaciones que vienen determinadas por tres circunstancias básicas:
Las relaciones entre los Estados.
Las crisis internas que destruyen el Estado.
Cuando parte de la sociedad civil deja de encontrar justificación en el Estado.

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