PODER EN EL PENSMIENTO DE ROMANO GUARDINI



En las décadas de 1950 y 1960, Guardini llenaba todo Múnich y era considerado como un referente en Alemania y Austria. Su magisterio empezaba a extenderse por otros países, que se apresuraban a traducir sus obras más significativas. Tras el Concilio Vaticano II (1962-1965), otros autores pasaron a primer plano y la estrella de Guardini pareció apagarse. Pero, desde hace unos años, su pensamiento ha vuelto a cobrar vigencia en muchas naciones, pues se trata de un autor “clásico” que supera las barreras de espacio y tiempo y entusiasma en todo momento con lo bueno, lo noble, lo bello y lo justo, valores eminentes que buscó durante toda su vida con tenacidad inaccesible al desaliento.
A continuaciòn ofrecemos a Ustedes la Monografía presentada como trabajo final para obtener la Licenciatura en Filosofía ante el Profesor Mario Barraco Mármol titular de la cátedra de Filosofía Política de la Escuela de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba. - Juan Gabriel Ravasi - Córdoba, Febrero de 1988, documento de lectura obligatoria para todo estuiante de Ciencia Polìtica ,y Teoria del  Estado.


  EL PODER EN EL PENSAMIENTO DE ROMANO GUARDINI.


INDICE
INTRODUCCION
EL PODER1.- LA ESENCIA DEL PODER
2.- EL CONCEPTO TEOLOGICO DEL PODER
3.- EL DESARROLLO Y LA PROBLEMATICA DEL PODER

LA SITUACION ACTUAL
EL GOBIERNO
1.- DOMINAR EL PODER2.- NOTAS SOBRE EL ESTADO, LA LIBERTAD Y LA DEMOCRACIA



INTRODUCCION

En las páginas siguientes nos proponemos, a partir de algunos textos1 de Romano Guardini, realizar un trabajo monográfico sobre el tema del poder en este pensador.
Toda la labor guardiniana, llevada a cabo por más de medio siglo a partir de la Primera Guerra Mundial, estuvo signada por una preocupación central: “desarrollar una cosmovisión cristiana de la existencia“.2
Por ende, también el tema que nosotros hemos escogido fue tratado por Guardini desde esta perspectiva, y como él claramente expresa, no con la intención de hacer un tratado al respecto, sino como intento de orientación en la situación compleja y fluyente de nuestro tiempo.3
“Para la época futura lo importante no es ya, en último término, el aumento de poder, sino su dominio. El hombre tendrá que elegir entre ser en cuanto hombre tan fuerte como lo es su poder en cuanto poder, o entregarse a él y sucumbir”.4
En las líneas precedentes encontramos expresado en pocas palabras el panorama desde el cual nos toca encarar el tema; las consideraciones que se realizan van dirigidas al núcleo vital de la situación, al hombre concreto, a la persona, a cada persona que le escucha. Cuando Guardini habla lo hace desde la totalidad de su ser, entregado con pasión de labrador al encuentro con la realidad que ausculta, y las reflexiones que surgen van dirigidas, o mejor, apelan a la totalidad del ser de quien entra en comunicación con lo aconteciente. Sale a un encuentro en comunión con la totalidad y en cumún-unión con cada uno de los presentes.
En este trabajo queremos presentar las líneas fundamentales de la concepción guardiniana del poder y algunos aportes de nuestro autor a la dimensión política de la existencia. Para ello hemos estructurado la monografía en tres capítulos que respectivamente se refieren a: el poder, a la situación actual generada por el creciente desarrollo de la capacidad de dominio en el hombre, y al imperativo de nuestra época: gobernar el poder.

1.- LA ESENCIA DEL PODER
El hombre, por lo que él es, no se encuentra en una relación de inmediatez con la naturaleza, al modo de los animales cuyos movimientos vitales siempre quedan comprendidos dentro de los límites de la armonía natural. Por el contrario, en el caso del hombre la vida puede ordenarse o no ordenarse de acuerdo a la naturaleza .

De algún modo el hombre no encuentra su lugar dentro de la ordenación de la naturaleza, sino que tiene que hacérselo. Y este “construirse” su lugar en el mundo, que no es ni más ni menos que construir el mundo, que no es ni más ni menos que hacer que su morada sea mundo y que el mundo sea su morada, le es esencial para la vida a tal punto que se llama hombre por esto; y se llama cultura a la ordenación resultante. “La entera existencia humana está atravesada por un movimiento desde lo natural hacia la cultura.”5
Este movimiento, cuyos avatares constituyen la historia tanto en su dimensión personal como en la de la humanidad entera es el proceso de creación de la cultura, y tiene en su raíz dos momentos que se condicionan recíprocamente:
“El primero es aquel acto en el que el hombre se sale del conjunto de la naturaleza y toma distancia respecto a lo dado naturalmente. . . . esto verifica el hecho de que el hombre no se agota en la naturaleza, sino que está en ella y fuera de ella a la vez. Su lugar ontológico es la frontera de la naturaleza. Esta situación limítrofe la verifica el hombre en el acto cultural, y en éste adquiere libertad para una conducta que no es posible al animal. Su requisito previo se llama espíritu.”
“El segundo momento es ese acto en que el hombre va hacia la naturaleza y la capta. No anula esa separación previa, sino que sólo es posible a partir de ella, . . . este segundo momento presupone aquel distanciamiento previo . . . “6
Esa captación de la naturaleza hace que el hombre pueda disponer de la energías naturales, le da poder; y aquí tenemos en orden al concepto de poder una primera distinción. Hablamos de energías como algo natural, inserto en el concierto de la naturaleza, como tendencia, capacidad u operaciones que devienen en efectos sin que medie iniciativa o voluntad alguna, en el sentido de un querer humano, ya que el ordenamiento de la naturaleza obedece en última instancia a una voluntad, pero esa voluntad es Dios. “En cambio la energía se convierte en poder tan sólo cuando hay una conciencia que la conoce, cuando hay una capacidad de decisión que dispone de ella y la dirige a unos fines precisos.”7
Cuando se habla de poder respecto de energías naturales, se está hablando desde una perspectiva religiosa, más propiamente es una formulación mítica originada en una comprensión religiosa muy primitiva de los fenómenos naturales. También suele mentarse el poder respecto de las normas morales, pero esto es una equivocación ya que las normas morales tienen validez, no poder: “una idea no tiene poder, . . . sino validez. El poder es la facultad de mover la realidad, y la idea no es capaz por si misma de tal cosa.”8
Para hablar de poder en sentido verdadero se requieren dos elementos: “Energías reales que puedan cambiar la realidad de las cosas, determinar sus estados y sus reciprocas relaciones, y una conciencia que esté dentro de tales energías: una voluntad que les de unos fines, una facultad que ponga en movimiento las fuerzas en dirección a estos fines.”9
Más ¿qué es esto capaz de disponer desde si, sobre si y sobre la realidad?. El espíritu. Sólo “el espíritu puede desligarse de los vínculos directos de la naturaleza y disponer sobre ésta.”10
Vemos así que el poder es un fenómeno específicamente humano, y el sentido que el poder tenga proviene del hombre que dispone de él. El poder es algo de lo cual se puede disponer, y la iniciativa que lo ejerce es la que le dota de sentido.
Sentido y valor afectan a un poder en tanto éste está sustentado en una instancia humana que es responsable de él, “no existe un poder humano del que nadie sea responsable”. “El efecto del poder es siempre una acción -o al menos, un dejar hacer- hallándose, en cuanto tal bajo la responsabilidad de una instancia humana, y esto ocurre así aún en el caso de que el hombre que ejerce el poder no quiera la responsabilidad.”11
El anonimato del poder es una perversión que produce efectos destructores. Por sí mismo el poder no es bueno ni malo, es simplemente posibilidad para obrar y el carácter que tenga ese obrar sólo le viene por el ejercicio de la libertad que lo rige.12
Y cuando no es la libertad “la que le da un destino, es decir, cuando el hombre no quiere algo y deja librada la capacidad por él engendrada a su propio devenir, o bien no ocurre nada o surge el caos. Este peligro crece al aumentar el poder.”13
Toda actividad humana implica de un modo u otro el poder. “Toda acción, toda creación, toda posesión y todo goce producen inmediatamente el sentimiento de tener poder.”14
El poder como capacidad del hombre para manejar la situación y transformar la realidad, es algo presente en toda su existencia, desde el hecho en el que se funda su experiencia y conocimiento, pasando por todas las invenciones, y aún en las situaciones humanas que aparecen en contradicción con el poder -como el sufrimiento, la privación o la inferioridad, etc.- la conciencia del poder está implicada. Así, pues, la conciencia del poder tiene un carácter universal, ontológico; es expresión inmediata de la existencia.

2.- EL CONCEPTO TEOLOGICO DEL PODER

Hemos dicho que el poder es algo inherente al hombre, algo esencialmente humano en todas las implicancias de esta esencialidad. Ahora trataremos de mostrar de dónde le proviene en último término esta ordenación fundamental de su existencia. El carácter profundo de lo que es el poder puede quedar iluminado desde la consideración de lo que la Revelación nos dice sobre él.
En el relato del Génesis se nos dice que el hombre es creado por Dios, en principio como el resto de la creación, pero a diferencia de la naturaleza el hombre surge de un llamado y no de un mandato divino, es imagen y semejanza del Creador y es creado como señor de la creación para que domine sobre toda ella.
El ser creado implica “ciertamente que el hombre está inserto en el conjunto de la naturaleza, pero al mismo tiempo está en una relación directa con Dios, y puede desde ella enfrentarse a la naturaleza. Puede -y debe- dominarla. . . para hacer de la tierra la morada de la raza humana.”15
La capacidad de dominar que le viene de ser imagen y semejanza de Dios no sólo constituye una posibilidad y un derecho, sino que también es una obligación, raíz y alimento de la libertad personal. El hombre está ordenado hacia el ejercicio de esta capacidad de dominio no sólo en el sentido de ejercer su mayorazgo sobre la naturaleza, sino y fundamentalmente, en ejercerlo sobre sí mismo. “El hombre no puede ser hombre y además ejercer o dejar de ejercer el poder, le es esencial el hacer uso de él. El creador de su existencia le ha destinado a ello.”16
Este poder de dominar del que el hombre dispone no le viene desde sí mismo, no lo tiene por derecho propio. “El hombre es señor por la gracia de Dios, por participación, y por ello debe ejercer su dominio respondiendo ante Aquel que es Señor por su propia esencia. El dominio se convierte de este modo en obediencia, en servicio.”17
Aquí aparece algo fundamental. El hombre no puede dominar de manera despótica desde su voluntad autónoma, sino que debe configurar su dominio a partir de la ordenación fundamental de la creación. Debe poseerla, configurarla y transformarla en base a su conocimiento en tanto éste le posibilita captar lo que las cosas son en sí mismas. “El hombre tiene la tarea de desarrollar en el ámbito de la libertad finita, en la forma de historia y de cultura, lo que Dios con su libertad absoluta ha creado como naturaleza.”18
Los textos bíblicos nos relatan todavía dos momentos más, de gran importancia para comprender los derroteros que toma la ordenación hacia el dominio y el poder en la existencia humana. El primero de ellos, la caída, la traición o el intento por parte del hombre de prescindir de Dios. El hombre hizo lugar a la duda a la que era inducido por el tentador y cuando efectivamente la tentación se presentó, sucumbió su ánimo ante la aparente posibilidad de erigirse en señor por derecho propio.
“Con todo, antes como después, el hombre posee el poder y la posibilidad de dominar. Pero el orden dentro del cual tenía su sentido el poder, porque era servicio y estaba garantizado por la responsabilidad del auténtico Señor, ha sido trastocado.”19
El otro momento fundamental para comprender el carácter que tiene el poder en la existencia del hombre, o más propiamente, para comprender el carácter del poder en la existencia del hombre cristianamente entendida, lo constituye la Redención.
“Los sabios de todas las grandes culturas han conocido el peligro del poder y han hablado de su sometimiento. Su enseñanza más alta es la moderación y la justicia. El poder induce al orgullo y al desprecio del derecho. Al hombre violento se contrapone, pues, el que guarda la moderación, respeta a los dioses y a los hombres y mantiene el derecho. Pero nada de esto es todavía la Redención.”20
El carácter decisivo que nos revela la redención es la humildad, puesta de manifiesto en toda su profundidad en el inaudito hecho de que el Soberano Absoluto tomó la condición humana. “Así, en el sentido cristiano la humildad es una virtud de fuerza, no de debilidad. En su sentido originario, humilde es el fuerte, el magnánimo, el audaz.”21
Humildad es la virtud del que disponiendo de la máxima capacidad de dominio, del máximo poder, se anonada para tomar la figura del siervo.
La Redención significa recreación, nuevo comienzo restablecido por Dios, que nada quita al hombre sino mas bien da la posibilidad al hombre de rehacer su relación con el Creador y con la creación toda. “Pero, en qué medida se realice, es asunto de cada individuo y de cada época. La historia comienza de nuevo con cada hombre, y en cada hombre con cada hora.”22
3.- EL DESARROLLO Y LA PROBLEMATICA DEL PODER

Por el mismo hecho de no estar el hombre determinado por una forma esencial que se impone, y le lleve a actuar instintivamente al modo animal, sino que es un ser dotado de libertad, originariamente se halla a merced de todos los peligros e inclemencias entre los cuales surge a la vida y se encuentra viviendo. Aquello que precisamente constituye su posibilidad de existir en libertad, al comienzo le representa un obstáculo.

Ante la adversidad del medio el hombre utiliza en primer lugar su experiencia, es decir su memoria y su capacidad de comprender relaciones. A ello aplica luego su ingenio proyectando nuevas relaciones que le llevan a lograr formas más elaboradas de proceder, valiéndose de instrumentos que potencian su capacidad de obrar,

Experiencia y técnica posibilitan al hombre apoderarse de la naturaleza y dominarla. Y éste es un proceso de desarrollo progresivo y potenciador.23
Este proceso, aquí simple y escuetamente mencionado, tiene una serie de características, algunas de las cuales vamos a considerar a continuación.
Ante todo, todo lo que el hombre hace implica, no sólo una modificación en la realidad externa a él, sino también un cambio en su realidad interior. “El hombre no puede ejercer acción alguna sin experimentar él mismo una acción recíproca.”24
Por ejemplo, en el proceso del conocimiento, el hombre no sólo conoce aquello que es su objeto de conocimiento, sino que en el proceso él mismo se va conociendo, él mismo va edificando su propia imagen, su propia manera de ser y de ver el mundo y por ende de ser y verse en el mundo. El hacer humano, si es tal, es un hacerse humano. El hombre en su integridad está siempre profundamente involucrado en todo lo que hace y aún en lo que deja de hacer.
En segundo lugar y como lo hemos mencionado anteriormente, en este adquirir poder sobre la naturaleza hay dos momentos: el distanciamiento y luego la apropiación, frutos ambos de su condición espiritual.. El juego equilibrado de estos dos momentos se da originariamente entre otros factores a raíz de que el hombre se mueve en un ámbito determinado por la comprensión religiosa de la realidad, capta la realidad en todo su contenido simbólico, no maneja o es manejado por energías naturales sino que toda la realidad tiene un carácter mistérico, el hombre se siente en relación directa con los dioses, ya favorables, ya adversos. Por otro lado, desde sus orígenes hasta la aparición de la máquina automática el hombre podía percibir comprensiva y directamente los efectos de su obra, estaba en contacto directo con ella y podía evaluar con certeza las implicancias y consecuencias de su proceder.25
Estas condiciones, entre otras, hacen que el obrar humano esté resguardado dentro de las estructuras de la naturaleza, aún aquellas acciones desordenadas o desordenadoras, quedan por sus dimensiones dentro de los límites de la naturaleza. Según esto podemos caracterizar un período, que si bien puede parecer prolongado en el tiempo, tiene cierta unidad básica en el modo de disponer del poder. “Esta evolución se extiende, con cierta regularidad, desde las primeras épocas prehistóricas hasta el comienzo de la Edad moderna.”26
Hoy, evidentemente ya no es ésta la situación. ¿Qué característica tiene el dominio y manejo de la naturaleza en la actualidad y cuál es el origen de la nueva actitud?
Para responder estas dos cuestiones hemos de volver la mirada hacia la época que nos precede inmediatamente, durante la cual una serie de transformaciones generaron las bases de la actual situación, a los efectos de sacar a luz las notas fundamentales que caracterizan a la Edad Moderna de la cual somos directos herederos. Para ello expondremos tres conceptos que nuestro autor considera esenciales para comprender los cimientos de la época contemporánea.
En primer lugar tenemos el concepto de naturaleza. Naturaleza ya no significa la totalidad de las cosas en su orden y unidad, como obra de Dios, sino que, “este concepto abarca lo inmediato dado, la totalidad de las cosas antes de que el hombre las maneje, el conjunto de energías y de sustancias, de esencias y leyes. Este conjunto se manifiesta como la condición previa de toda existencia y como tarea de conocimiento y acción. . . . Naturaleza significa además la norma obligatoria de todo conocimiento y toda acción, de lo justo, sano y perfecto, precisamente lo natural. De ello surgen los criterios de la existencia válida, del hombre natural, de la sociedad, del estado, de la educación, etc.”27 La naturaleza no es solamente lo dado, sino que también es un parámetro, “expresa un valor último que no es posible sobrepasar. Se considera definitivo todo lo que puede decirse de él. Ello no significa que la naturaleza como tal pueda comprenderse, tiene más bien el carácter misterioso de causa original y de fin último. Es la naturaleza-dios.”28 Y el hombre es parte de esa naturaleza, de la que se diferencia al adquirir conciencia, lo que da pie al surgimiento del segundo concepto.
El segundo concepto clave para la interpretación de la modernidad es el concepto de subjetividad. “La subjetividad se manifiesta ante todo como personalidad, como una forma humana que se desarrolla según sus disposiciones y sus iniciativas propias. Lo mismo que la naturaleza la personalidad es un elemento primario que no se pone en tela de juicio. Especialmente la gran personalidad debe ser comprendida partiendo de si misma y debe justificar sus actos por su propio temperamento. Las normas éticas parecen relativas ante la gran personalidad. Es en el hombre extraordinario donde se descubre la medida que debe aplicarse al ser humano en general; de manera que la ética del bien y de lo verdadero objetivo ceden lugar a la ética de la autenticidad y de la sinceridad. . . . Lo que puede deducirse de la personalidad, o sea del sujeto, está definitivamente comprendido. . .”29
El tercer término peculiarmente concebido en los tiempos modernos es el de cultura. El mundo deja de ser creación y pasa a ser naturaleza, el hombre ya no tiene a quien referirse como norma absoluta sino que, a través de la figura del genio, se ha erigido en su propia medida; luego, la tarea humana ya no puede ser servicio, sino creación.
Cultura es el resultado de la voluntad autónoma del hombre que se propone construir su existencia como obra propia. “El nacimiento de este concepto coincide con el de los fundamentos de la ciencia de los tiempos modernos. De aquí nace la técnica, ese conjunto de procedimientos mediante los cuales el hombre consigue llegar a sus fines a voluntad. La ciencia, la política, la economía, el arte, la pedagogía, se liberan de los lazos de la fe; pero al propio tiempo también de una ética que tiene obligatoriedad universal; y así se confiere una estructura autónoma, partiendo de su propia naturaleza.”30
En el juego de estos conceptos se encuentran las condiciones a partir de las cuales el conocimiento científico, el desarrollo técnico y su aplicación tecnológica, han posibilitado el surgimiento de la situación actual, en la que el hombre ha logrado un poder sobre la naturaleza y sobre sus semejantes, de alcances incalculables.
Estas marcha en el dominio de la naturaleza, significa un progreso humano, en la medida que “el hombre pueda elaborar personalmente la materia de mundo de que tomo posesión. Es decir, mientras la salud de su cuerpo, la capacidad de experiencia de su espíritu y la nobleza moral de su persona son elevadas por la acción recíproca que regresa hacia él, desde aquello que él ha dominado.”31
Actualmente, la realidad no es ésta, y ello, por varias razones. Entre ellas, en primer lugar, y como la historia nos alecciona, el poder excesivo pierde al hombre sumiéndolo en una situación en la que ya no reconoce ninguna ordenación de valores con que orientar su acción.
Además, lo que era el soporte de las culturas anteriores, la obra hecha a mano, ha desaparecido, y con ella y como fruto de los procesos de producción en serie y la creciente automatización de los procesos de producción, la cultura se torna cada vez más ajena, a tal punto que el hombre mismo que debiera ser su artífice, se siente un producto cultural.
Por otro lado, no existiendo una instancia última de orden superior al hombre, en que se funde lo moral, ¿quién asegura la ordenación de la vida? Aquí es donde surge con particular relieve la figura del Estado, la organización; pero éstas formas no pueden subsistir pues están minadas por su base, ya que no hay garantía alguna del uso del poder que una persona haga, si éste simplemente está fundado en ella. Y aunque lo estuviera en una mayoría numérica como en el caso de la democracia ¿cómo determinar lo que constituye el bien común? Si acaso pensamos, que la opinión pública, como se le llama a los resultados de ciertos clase de sondeos estadísticos de masas, está manejada por los medios masivos de información que por general son digitados por quienes de una forma u otra tienen intereses casi siempre comprometidos con un tipo de poder partidario, la conclusión es bastante cruel, la tarea que nuestro tiempo reclama es inmensa.
Retornando al tema ¿qué decide que un hombre que dispone del poder lo aplique en un sentido u otro?
“El hombre mismo. Y la única garantía está en que reconozca normas éticas que estén más allá del instinto de poder, más allá del Estado, más allá de la nación y siempre, en todas las situaciones y circunstancias por más apremiantes que estas sean.”32 Decimos reconocer normas éticas en el sentido de saber regir en base a ellas las acciones que su función y su tiempo demandan, y no sólo echar mano a ellas para polemizar o pronunciar las encendidas arengas pseudopolíticas que como masas “degustamos” periódicamente aún dentro de las salas de clases.
Se suma a esto, que en el juego del poder autonomizado respecto a las necesidades del pueblo gobernado, el más perjudicado en quien detenta el poder; el dominador es el primer dominado, es el primer despersonalizado.
LA SITUACION ACTUAL
Hemos planteado en el capítulo anterior el concepto y la fundamentación del poder, como así también el desarrollo y la problemática implicada en la capacidad de dominio del hombre, seguidamente trataremos de presentar la situación actual en la que el hombre se encuentra desde la perspectiva del poder.
Citamos páginas atrás el hecho de que toda actividad humana afecta al hombre. Y el hombre es afectado por lo que hace en su totalidad, tanto individual como en conjunto, es decir como humanidad en su unidad temporoespacial y en su unidad específica. Aunque el hombre no quiera actuar como unidad, ya por inconsciencia, ya por que pretenda desconocer el universo dentro del cual está actuando y pierda o rompa de esa manera la armonía en la que la unidad adquiere y manifiesta su auténtica manera de ser comunidad o sociedad -como quiera llamarse-, todo lo que hace le afecta y afecta a sus semejante y por ende afecta al mundo.

Si se nos permite la expresión, el mundo se ha tornado una casa pequeña en la que no hay lugar para displicentes; aún cuando algún lunático con delirios militaristas y siderales se atreva a afirmar públicamente desde una de las capitales del mundo, que el siglo XXI encontrará tres civilizaciones en el universo, está, La Tierra, es nuestro mundoy lo estamos convirtiendo en una gran cloaca en cuyo remolino de desagote -si el momento llega- iremos a parar todos, aún los que estén en la Luna. La unidad de nuestro pequeño globo es innegable, la mínima presión en cualquiera de sus puntos afecta a la totalidad y a una velocidad y con un patetismo desconocidos pocas décadas atrás.

La humanidad entera se mueve en torno a cada evento. La cultura se ha tornado algo universal por su extensión, se han planetarizado todas sus cuestiones. Todos los aspectos de la vida sobre la tierra, desde las guerras de las galaxias, pasando por los cada día más numerosos conocimiento científicos hasta las cuestiones más superficiales y pasatistas circulan -si el poder imperante lo permite- por todas las pantallas y parlantes del mundo en cuestión de segundos.

La ordenación política, máxima expresión de la vida cultural en su conjunto y unidad, y por lo tanto instancia de la que depende el manejo del poder, adquiere una importancia capital y crucial para el futuro inmediato de la humanidad.

Podemos afirmar que hasta la Primera Guerra Mundial había espacios físicos en la geografía terráquea donde existían diferentes culturas casi sin contacto o influencias recíprocas, y aún había lugares donde la existencia podía ser modelada en forma independiente del resto de la cultura. Hoy, sobre todo a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial, querer escapar de la cultura es imposible. Y querer escapar al compromiso que cada uno tiene en esta situación de destino común en la que cada hombre está involucrado es una irresponsabilidad mayor, y quizá más propiamente una patología derivada de la situación de embretamiento en la que el anónimo hombre contemporáneo se encuentra libremente sumergido .33
Si es posible caracterizar al hombre medieval como a un hombre que vivió en un mundo ordenado a partir de la revelación cristiana y al hombre moderno como al hombre que intento ordenar la existencia y el mundo desde la naturaleza y el sujeto, a pesar de cuyas diferencias podemos afirmar que el hombre era tenido en cuenta, hoy la situación es la contraria, opuesta al sujeto, el hombre contemporáneo es el hombre de las masas.34
“A la disolución de la creación orgánica corresponde otra clase de disolución: la de las estructuras humanas de la vida. La familia pierde significación articuladora y ordenadora. El municipio, la ciudad y el estado se sustentan cada vez menos en las familias, los linajes, los grupos de trabajo, las corporaciones, etc. Los hombres aparecen cada vez más como una pluralidad informe en sí misma que es organizada con vista a un fin . . . El hombre vivo retrocede, el aparato administrativo gana terreno.”35
La voluntad de poder ha alcanzado un punto crítico y sus efectos crecen a la velocidad de la tecnotrónica, y con móviles económicos la unificación del poder va engendrando una situación a todas luces violenta para la gran mayoría de los habitantes del globo, otra prueba de que en el uso del poder “las normas éticas han sido sustituidas por el efecto y el éxito”.36

Precisamente es la desaparición de los vínculos morales lo que posibilita en última instancia tan desmesurado manejo del poder. Mas no es, como pretende el tan difundido esquema pseudo revolucionario de dominación-dependencia o dominadores-dominados, la falta de ética o conciencia popular de quienes detentan el poder la causa de esta situación, ya que como mencionamos anteriormente, en lo viviente no existen causas unilaterales. Un ser actúa sobre otro porque éste hace posible el efecto e incluso colabora en su realización. En general, al ejercicio del dominio corresponde a la larga en el dominado no sólo un pasivo dejar hacer, sino una voluntad de ser dominado pues ello descarga de la responsabilidad y del esfuerzo, y en aquellos que pugnan por salir de la situación de inferioridad suele darse frecuentemente que el modelo de superación a alcanzar equivale a la emulación de la figura del dominador. Vistas las cosas en conjunto al dominado le sucede lo que él permite o quiere. Es necesario que hayan caído las barreras interiores de la propia estimación y el instinto de defensa personal para que el poder pueda violarle. La degradación confirmada por la violencia en la violación de los derechos avasallados requiere de derechos claudicados y generalmente comenzamos a claudicar de nuestros derechos cuando dejamos de cumplir con nuestras obligaciones, cuando no ocupamos el lugar que nos corresponde en el concierto del cuerpo social.37

Actualmente el poder del hombre sobre las cosas es impresionante. El nivel de manejo de la materia que hemos logrado es terrible, pero aún no tiene el hombre poder sobre el poder. El mal empleo del poder es costumbre y se extiende el uso de la coerción y la violencia como medios para la consecución y defensa de los fines de los poderosos. Coerción y violencia se aplican ya no sólo a nivel físico sino que han invadido la dimensión moral e interior sin escatimar recursos ni respetar límites humanos. Gastamos cifras siderales en proyectos militares y de defensa y sólo migajas para verdaderos proyectos de promoción humana.

“El problema capital alrededor del cual habrá de girar el futuro trabajo de la cultura y de cuya solución dependerá todo, no sólo el bienestar o la miseria, sino la vida y la muerte, es el poder”.38
Esta anarquización creciente por perdida de las bases existenciales ha conducido al hombre nuevamente ante el caos. A la vuelta de los siglos el hombre está ante una situación similar a la originaria; similar sólo a primera vista, ya que la radicalidad del peligro con que se enfrenta actualmente es más profunda en todos sentidos y la capacidad de las energías generadas y disponibles es máxima, tanto para la construcción como para la muerte.39
El gozne de la historia está en un movimiento al fin del cual el giro realizado será tremendo. Quizá ésta coyuntura constituya la prueba suprema de la libertad humana. Pero, por el mismo carácter extremo que la configura, encierra posibilidades de superación humana insospechadas, como ninguna época ha tenido. Y es posible ver en esto una manifestación más de que el hombre no es un ser determinado por la naturaleza, sino que ésta y él mismo están a su arbitrio, es decir bajo la responsabilidad humana
“Esta imagen muestra un mundo que no prosigue su curso por sí mismo, sino que tiene necesariamente que ser dirigido, lo cual postula como correlato vivo un hombre capaz de gobernar. . . Si no me equivoco, el concepto degobierno constituye el punto de convergencia práctica al que conducen las lineas de la futura imagen del mundo.”40
“Se impone la urgente tarea de educar al hombre para su misión política.”41 Ante las posibilidades de destrucción total o la posibilidad de forjar una nueva forma de mundo como morada para la humanidad consciente de lo que ella significa, el hombre tiene que volver a encontrar bases desde las cuales rehacer su imagen y la del mundo. No se trata de un retorno a la Edad Media ni de querer recuperar la fuerza del subjetivismo moderno -la historia es irreversible-, sino de repensar a partir de las coordenadas actuales, formas concretas de vida más humana. Para ello no habrá que renunciar a ningún logro alcanzado, ni a la técnica ni al poder, sino aprender a manejarlos, adquirir poder sobre el poder, hacernos capaces de gobernar el poder.
“Lo que necesitamos no es menos técnica, sino más; mejor dicho: una técnica más fuerte, más espiritual, mejor conformada. Más energía económica y política, pero más desarrollada, más madura, más consciente de su responsabilidad, de modo que sepa encuadrar a cada individuo en el lugar que le compete. Pero todo esto sólo es posible si el hombre viviente se hace valer a sí mismo en el ámbito de la Naturaleza objetiva; si la pone en relación consigo y crea nuevamente de este modo un mundo.”42

EL GOBIERNO

1.- DOMINAR EL PODER
Como se pone de manifiesto en las situaciones límites y como es de proceder cuando se tiene en cuenta a la persona como tal, el centro que vale, que debe ser contemplado y desde el cual han de partir las respuestas esperadas es el hombre. Cada hombre en particular como compromiso real y vivo con el hombre mismo y con la totalidad, y por allí la humanidad en su unidad y conjunto.
No podemos pues, esperar recetas fáciles, el resultado de éste modo de proceder está a la vista. Lo que debemos hacer es reflexionar a partir de la verdad que está en juego, y en esta partida lo que se juega es la vida, la vida de todos y cada uno de nosotros. O pensamos desde la realidad de lo que implica ser hombre o nos entregamos a la evolución inmanente de la situación engendrada, es decir damos piedra libre a la vorágine de la violencia y de la muerte.

Todavía es posible una solución positiva, una salida; “no en el sentido liberal de que todo marchará bien, ni tampoco en el sentido de la dialéctica histórica, según la cual los acontecimientos se mueven necesariamente hacia una meta mejor. Todo depende de la responsabilidad del hombre libre, y esta libertad tiene posibilidades de conducir la historia por unos derroteros positivos.”43

La situación no es fácil, ni hay necesidad alguna de que tome tales o cuales carriles; es difícil, y por ello exige que el hombre vuelva a preocuparse por las cosas más elementales de la existencia buscando redescubrir su sentido más auténtico.

En general no podemos decir que sea el hombre actual el tipo de hombre que la situación requiere; pero detrás de todas las actividades pasatistas a que se entrega, vemos surgir un hombre que comienza a preocuparse por si mismo; quizá la pérdida de vigencia de las ideologías, sobre todo en los países desarrollados, como la muerte del fenómeno político que se puede observar, y la tenue pero cada vez más difundida forma de vida en pequeños grupos con fuertes vínculos personales, sean signos esperanzados de un retorno del hombre hacia si mismo, lo que puede llegar a generar un nuevo tipo de compromiso con la totalidad.

El hombre actual debe aprender a vivir con el peligro, enfrentar y asumir la situación de riesgo total y permanente, este es el primer paso. Para ello es necesario que conquiste ciertas virtudes básicas, entre las cuales la dominante será la seriedad.44

“Una seriedad que quiere la verdad, . . . que quiere saber qué cosa está realmente en juego . . . y asume la responsabilidad que le impone la nueva situación.”45

Adquirida, lo que podríamos llamar conciencia situacional se requiere de la valentía. “La segunda virtud será lavalentía. Una valentía sin patetismo, espiritual, personal y operante en oposición al caos que amenaza. Debe ser más pura y más fuerte que lo que exigen las bombas atómicas, . . . pues tendrá que afrontar al enemigo universal, es decir al caos que surge de la obra humana, y como valentía realmente grande, tendrá en contra a los muchos, a la opinión pública.”46

Este esfuerzo por volver a disponer de si mismo, exigirá al hombre, una tercera virtud, actualmente aborrecida por el consumismo: el ascetismo. “Mediante la autosuperación y el renunciamiento el hombre debe aprender a dominarse a si mismo y también a ser dueño de su propio poder.”47

La libertad adquirida sobre estos cimientos, permitirá al hombre disponer de si mismo y enfrentar seriamente la realidad que le toca vivir, lo que dejará al descubierto “los heroísmos aparentes en nombre de los cuales el hombre actual se deja sacrificar. De esta manera podrá nacer por último un arte espiritual de gobierno, en el que el poder reinará sobre el poder.”48

En este contexto, cuando hablamos de gobierno, no nos referimos simplemente a una forma del ejercicio político organizado, sino a un fenómeno que es anterior a esa forma y que precisamente es su condición de posibilidad.
“Lo que aquí entendemos por gobernar es una actitud humana, moral-espiritual. Esta actitud implica ante todo la conciencia de cuál ha de ser la constitución del mundo que está surgiendo y de qué forma ha de ser entregado en manos del hombre, de cada hombre en el lugar que ocupa. A ello se añade el conocimiento del inmenso poder que está a disposición del hombre. Y la conciencia de que este poder sólo puede ser sujetado en la responsabilidad. Ningún párrafo de ninguna constitución, ningún tribunal supremo, ningún tratado servirá de nada si el hombre medio no tiene el sentimiento de que la “res publica”, la causa común de la existencia humana en libertad y dignidad está en sus manos. De aquí se deriva además la objetividad: el conocimiento de que es un crimen distribuir las tareas guiándose por la ambición, el interés y la técnica partidista, siendo así que lo único que importa es saber qué se debe realizar y quién puede realizarlo, a fin de que el hombre adecuado para una tarea alcance el lugar que le corresponde. Así, pues, poder gobernar significa estar por encima, ver la multiplicidad y la mútua dependencia de los factores eficaces, volver a encontrar constantemente aquella mesura, tan amenazada, de la que dependerán no sólo el bienestar público, sino la existencia de todos. Unicamente en esta actitud, y no en un dogma cualquiera de igualdad, consiste también lo que puede llamarse razonablemente democracia.”49

La realidad fundamental es la persona, que supone la unidad existencial de la comunidad, y en ella y desde ella se ha de poner en marcha cualquier cambio, y a la vez, o mejor dicho, precisamente porque es persona, el cambio comenzará a operar en la totalidad. Esto tampoco debe ser motivo de vanas esperanzas, la esperanza también tendrá que radicalizarse y quedar fundada en la Verdad.50

La concepción de “lo político” que está en juego, como se deja ver, es totalmente diferente a las construcciones teóricas ideológicas a que estamos acostumbrados, y es justamente, la preocupación por la totalidad a partir de la unidad concreta y viviente lo que determina el carácter de la exposición guardiniana.

Si miramos atrás, todo lo atrás que la situación exige y un poco más, dado que la quiebra fundamental es de orden religiosa, el hombre actual podría asentar -por un momento, el inicial- su mirada en Sócrates.51

No vamos a explayarnos sobre ello, simplemente queríamos mencionarlo para dejar indicado un posible sendero para consideraciones futuras, antes de pasar a exponer algunas notas sobre lo que Romano Guardini nos ha legado acerca de ciertos conceptos elementales en la vida política.

2.- Notas sobre el Estado, la Libertad y la Democracia.

En consonancia con las consideraciones anteriores, las notas subsiguientes también se dirigen al núcleo fundamental de la vida política, al hombre, y no como hombre-masa, sino en la peculiaridad de su ser persona.

“La forma exacta del Estado futuro será aquella en la cual la libertad se halle en relación vital con las totalidades que se forman cada vez más fuertes. Para ello el individuo ha de estructurarse en su constitución y funciones, y renunciar lo antes posible a aquella reserva y amplitud de movimiento de la vida individual; pero a la vez, participar en todo eso como persona; no dejarse apresar como puro individuo.”52
Para ello es necesario reconocer la realidad objetiva y la propia peculiaridad individual y vivir conjugando estas instancias a partir de la unidad personal.


“La manera de llevar a cabo esto no es posible detallarla programáticamente. Se trata de una forma viva que procede del hecho de ser vivida, principia la vida . . . Por iniciativa propia las masa sociales siguen siempre el camino más fácil, el del funcionar violento. El ámbito de la libertad tiene que crearlo el individuo, y esto supone valor y preparación para el sacrifico.”53

“Hoy más que nunca el individuo tiene necesidad de quererse como persona, conquistar criterio propio, obrar por conciencia y estar dispuesto a asumir las consecuencias de la acción . . . debe ejercer la crítica, hacer prevalecer lo mejor, oponer resistencia; pero no contra la totalidad, sino desde lo propio de ella. . . . Ello demostrará que el Estado no puede durar en forma de violencia, . . . y esto porque el Estado es algo distinto de una máquina, de un edificio de trámites, etc. El Estado está referido esencialmente a la persona, quiéranlo o no sus actuales jefes. De aquí brotan necesidades inmanentes y con ellas tiene que aliarse el individuo.”54

“El Estado no equivale simplemente a funcionarios, autoridades, ni poder de limitar la libertad personal; no, el Estado nace de la libre decisión y actuación de cada individuo, y constantemente tiene que ser hecho por ellos. No existe por sí, ni lo pueden hacer realidad funcionarios ni soldados sino nace en cada uno y desde cada uno vive manifestando la unidad de un pueblo. El Estado en su más genuino sentido, si llega a constituirse, constituye una de las supremas creaciones de la capacidad humana. Creación fundada en la libre decisión y en el libre compromiso de cada uno de sus miembros, no con una entidad abstracta a la que se otorga poder, sino con los miembros vivos que lo componen.”55

“La libertad es un derecho básico del hombre que ha llegado a ser responsable, como todo derecho y como el Estado, descansa en un valor que lo fundamenta y lo protege. La libertad no se realiza por si misma, sino que ha de ser deseada. Está cimentada en la disposición natural, madurada por la historia, garantizada por la ordenación de la comunidad, pero también es tarea y obra de cada individuo. No hay libertad pasiva.”56
“La libertad no es el derecho a la despreocupación ni a la arbitrariedad de la opinión , sino que descansa en una relación auténtica con la verdad. Entiéndase bien. No hablo de un determinado contenido de convicción. Dicho aún más exactamente: que haya una conciencia de que existe la verdad, un deseo de encontrarla y un empeño de defender lo reconocido.”57

“Si se habla de libertad se piensa por lo regular en su forma política, y precisamente, en nuestra situación histórica, en su forma democrática. Pero ¿Qué es en esencia la democracia, la auténtica, no la de la propaganda?”

“Es la más exigente, y por lo mismo, la más amenazada de todas las formas de ordenación política: esto es, la que surge constantemente del libre juego de fuerzas de las personas dotadas de análogos derechos. La tarea de edificarla es impresionantemente grandiosa, porque no hay muchos que echen de ver realmente su esencia.”58
“La democracia no es una situación en que pueda ponerse en juego cualquier opinión ni considerarse cualquier interés como motivo de Estado. Significa ante todo, y sobre todo, que el individuo se sepa responsable del destino del Estado: que sepa que no puede ceder esa responsabilidad sino que ha de ejercerla permanentemente, quiera o no quiera, por el modo como se relaciona con el bien o con el mal. Dicho de modo más fácil: que el Estado sea aquello que le hace ser cada individuo en cada ocasión. De ahí surge algo muy grave, pues el individuo sabe -o al menos debería saberlo- qué logra y a qué renuncia. De ahí surge la libertad democrática.”59

“La existencia democrática es difícil, pues nunca está asegurada. Le falta lo que sustentaba las formas políticas conservadoras: el arraigo en tradiciones consagradas, en bases surgidas de lo hondo del inconsciente. Democracia es equilibrio, pero en devenir, de modo que requiere vigilancia, altruismo y disciplina.”60


NOTAS

1 El poder, Preocupación por el hombre, El fin de los tiempos modernos, Libertad Gracia y Destino

2 Alfonso López Quintás, Romano Guardini y la dialéctica de lo viviente, p. 94, pp. 8.

3 Cf. El fin de los tiempos modernos, Prefacio y El Poder, p. 11.
4 El Poder, p. 11.

5 Preocupación por el hombre, p. 26.

6 Preocupación por el hombre, p. 27.

7 EL Poder, p. 13.

8 O. Cit., p. 14.

9 Ibid p. 15.
10 Idem.

11 El Poder, p. 14.

12 Cf. El Poder, p. 18 y Preocupación por el hombre, ps. 29 y 30.

13 El Poder, p. 19.

14 O. Cit. p. 22.

15 El Poder, p. 26.

16 El Poder, p. 27.

17 O. Cit. p. 28.

18 Ibid p. 29

19 El Poder, p. 33.

20 O. Cit. p. 36.

21 Ibid p. 37.

22 El Poder, p. 42.

23 Cf. Preocupación por el hombre, p. 55.
24 O. cit. p. 58.

25 Cf. El Poder ps. 45 – 50.

26 O. cit. p. 49.

27 El fin de los tiempos modernos, p. 38.

28 El fin de los tiempos modernos, ps. 38 – 39.

29 O. cit. p. 42.

30 El fin de los tiempos modernos, p. 44, Cf. también R Guardini, Mundo y Persona, ps. 25 – 35

31 Preocupación por el hombre, p. 60.

32 Preocupación por el hombre, p. 63.

33 Cf. Libertad, Gracia y Destino, p. 24 y El Poder, p. 84.

34 Cf. El Fin de los Tiempos Modernos, p. 57.

35 El Poder, ps. 59 – 60.
36 Ibid p. 62.

37 Cf. El Poder, p. 63.

38 El Fin de los Tiempos Modernos, ps. 84 – 85.

39 Cf. Preocupación por el hombre, p. 79.

40 El Poder, p. 94.

41 El Poder, p. 95.

42 R. Guardini, Briefe vom Comer See, pp. 87-89; tomado de A. López Quintás, Romano Guardini y la dialéctica de lo viviente.

43 El Poder, p. 82.

44 Cf. O. cit. ps. 102-105, 120-121; y Preocupación por el hombre, ps. 50, 75 y 80

45 El fin de los tiempos modernos, p. 86

46 El fin de los tiempos modernos, p. 87

47 Idem

48 Idem

49 El Poder, p. 95-96.

50 Cf. O. cit. ps.98-99.

51 Cf. Preocupación por el hombre, ps. 164 – 165; y R. Guardini, La muerte de Sócrates.

52 Libertad, Gracia y Destino, p. 25

53 Ibid p.26

54 Libertad, Gracia y Destino, p. 27.

55 Cf. El Estado en nosotros en Cartas sobre Autoformación

56 Preocupación por el hombre, p. 128.

57 Preocupación por el hombre, p. 129 y 130

58 Ibid p. 137.

59 y 60 Idem.


Escrito por Juan Gabriel Ravasi

octubre 29, 2010 a 11:23 pm




















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